lunes, 17 de septiembre de 2012

Del glamour a la democracia



Esta mañana he madrugado mucho, muchísimo; algún día, más de uno, he llegado a casa mas tarde de la hora en la que hoy el despertador me ha sacado de los brazos de Morfeo. Y es que tenía que pillar un avión que despegaba a las 07:00 A.M. y a 120 kilómetros de la cama en la que estaba yo tan ricamente. La cosa es que una vez acoplado a mi exiguo asiento, cinturón abrochado, mesita plegada, móvil apagado, bla, bla, bla… entré en un estado de letargo próximo al sueño al lado de una jovencita a la cual no sé si en algún momento molesté con mis ronquidos si es que los emití porque yo no me oigo roncar salvo que lo haga a todo volumen.
Bueno, a lo que iba… que en ese estupendo y soporífero estado me encontraba yo cuando empecé a pensar en los inicios de la aviación comercial. Además de carísimo, volar era de lo mas glamuroso; se vivía una auténtica aventura en aquellos viejos tiempos. Todo era mucho mas simple que hoy, empezando por las propias aeronaves, las instalaciones aeroportuarias, las medidas de seguridad… La evolución de todo lo que rodea a los vuelos de pasajeros nos ha traído hasta un estado de cosas muy democrático y low cost. Cuando antes viajar en avión era símbolo de clase y distinción, hoy se ha convertido en un hecho de lo mas cotidiano, tanto como coger un autobús de línea de los de antaño, tanto que ni dios le hace caso a la azafata cuando explica como abrocharse el chaleco salvavidas (esto es por si el vuelo Sevilla-Madrid aterriza de emergencia en un charco). Hasta hace no mucho tiempo, fardaba mucho contar tus venturas y desventuras de aeropuerto, utilizando la terminología apropiada para adornar si cabe un poco el relato, que de por si ya destilaba distinción y clase.
Se ha pasado de la hélice al reactor, del piscolabis by the face al catering de pago, de la azafata buenorra al sobrecargo barbilampiño y del obligatorio mostrador de facturación a la tarjeta de embarque en el smartphone. Algunas cosas han evolucionado a mejor y otras no tanto. Claro está que me estoy refiriendo a las líneas comerciales mas domésticas y populares, porque lo que desconozco en absoluto son las sensaciones de un vuelo privado, de pocas plazas, sillones anchos y confortables, refrigerios a tutiplén, lujos variados  y tripulaciones de nivel. Lo que sí se ha perdido para siempre es aquella sensación de intrepidez y aventura que rodeaba un viaje en avión.